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Jumaat, 3 Julai 2020

Edmond Boissier, De Los Alpes A Sierra Nevada (1837)





            La botánica española, que había brillado durante la segunda mitad del XVIII, inició su decadencia con la súbita muerte de Cavanilles (1745-1804). Tras la Guerra del Francés le sucedió, en 1815, como Director del Jardín Botánico de Madrid Mariano Lagasca (1766 a 1839), un muy buen botánico, pero que con el desgobierno de comienzos de siglo, y forzado a exiliarse en Londres entre 1822 y 1834, poco pudo hacer. Y así, en conjunto, hacia finales del primer tercio del siglo XIX, el conocimiento de la flora española continuaba siendo precario. Tan sólo había una obra con pretensiones de abarcar todo el territorio, la Flora española de Joseph Quer (1695-1764), conceptual y formalmente prelinneana, publicada entre 1762 y 1784 y con las especies ordenadas alfabéticamente, lo que la hacía poco práctica. Algunos autores, sin embargo, habían completado lo que se podrían llamar catálogos regionales: Pehr Löfling de Madrid (1758), Ignacio de Asso de Aragón (1779 a 1784) y George Bentham los Pirineos orientales y centrales (1826) aunque centrado sobre todo en la vertiente francesa. Pero Andalucía estaba olvidada desde el punto de vista botánico. A pesar de las exploraciones de José Demetrio Rodríguez (1780-1846) y Simón de Rojas Clemente (1777-1827), o de las correrías como médico del ejército del mismo Lagasca, lo que se había publicado era poco, y la mayor parte correspondía a algunos "extranjeros beneméritos" que habían espigado aquí y allá: Bory de Saint-Vincent (1778-1846), Philipp Salzmann (1781-1851) o Philip Barker Webb (1793-1854). Este último, hacia los años 30, era uno de los mejores conocedores de la flora española, y fue él quien recomendó a un joven botánico ginebrino a quien había conocido en París, y que estaba interesado en viajar al Mediterráneo para estudiar su flora, que se dirige hacia Andalucía y especialmente a Sierra Nevada. Generosamente, Webb le cedió también numerosas recolecciones de sus plantas ibéricas, muchas aún por estudiar.



 
Retrato de Edmond Boissier hacia los 65 años
           Edmond Boissier (1810-1885) pertenecía a una prominente estirpe ginebrina. La rama paterna eran banqueros y terratenientes, protestantes de origen parisino, que se habían instalado en la ciudad huyendo de las persecuciones religiosas. La rama materna eran médicos y científicos ginebrinos, también protestantes. El abuelo era un médico afamado que había estudiado en Montpellier, donde había seguido los cursos de botánica de Antoine Gouan (1733-1821). Él, desde muy joven, mostró una clara vocación por las ciencias naturales y la botánica en particular y, en Ginebra, estudió con A.P. de Candolle (1778-1841), uno de los principales botánicos del siglo. Con 27 años, ya tenía suficiente experiencia en la montaña y era un buen conocedor de la flora de los Alpes. Y con los consejos de Webb y el apoyo de De Candolle, preparó una expedición para explorar la flora de las montañas de Andalucía.



            El año 1837, acompañado por un doméstico, David Ravey, viajan desde Marsella a Valencia en barco y, desde allí, continúan en laúd hasta Motril donde, ya por tierra, visitan Málaga, Estepona, Ronda, Gibraltar y vuelta a Málaga, Granada y ya de camino hacia Suiza por Málaga, Cádiz, Sevilla, Córdoba, Madrid, Zaragoza y paso de los Pirineos por Canfranc. El Voyage botanique..., el resultado de este viaje, se publicó en fascículos a lo largo de seis años. La obra está dividida en dos volúmenes. En el primero aparece un relato bastante detallado del viaje, con las vicisitudes y vivencias, pueblos y ciudades, monumentos y, sobre todo, la geografía del territorio y sus gentes, pero sin perder nunca de vista las plantas y el paisaje vegetal. En el segundo, ya estrictamente taxonómico, describe 2.015 vegetales, más de 200 nuevos para la ciencia de su tiempo (incluye también musgos y líquenes) "du Royaume de Grenade", la actual Andalucía. Todo acompañado con 208 láminas de plantas hechas sobre planchas de cobre y pintadas parcialmente a mano.



 
La estrella de las nieves de la Sierra, descrita per Boissier como Plantago nivalis
           El relato del viaje es más o menos cronológico y describe sus itinerarios, tanto en el campo como por las ciudades, y las peripecias en que se encuentra. Sus reseñas del paisaje, tanto desde el punto de vista geográfico como vegetal demuestran una gran capacidad de observación. También es patente una considerable empatía con las personas con las que se relaciona, tanto si son los personajes ilustrados a quienes recurre y que le ayudan generosamente y aquí cabe resaltar a Felix Haenseler (1766-1841) y Pablo Prolongo (1806-1885 ) en Málaga y Pedro del Campo (1800-1880) en Granada, como si son los pastores y campesinos con los que se trata y convive a veces.



            A lo largo del libro nos cuenta las vivencias, anécdotas e impresiones de España y los españoles. Los pueblos marineros catalanes, Valencia, Málaga, una corrida de toros en Ronda, Gibraltar, Granada y la Alhambra, Cádiz y Madrid tienen capítulos dedicados, pero las plantas y el paisaje de las sierras andaluzas son omnipresentes en las descripciones. Historias sobre pastores, bandidos, partidas carlistas y nacionales, peleas y venganzas aparecen intercaladas por toda la narración, aunque el protagonismo absoluto corresponde a las sierras andaluzas: Mijares, Sierra Bermeja, Sierra Tejeda, Sierra de las Nieves pero, sobre todo, Sierra Nevada , donde sube varias veces y que recorre a fondo. Todo el libro rezuma admiración por la gente y los paisajes, pero a la vez también critica la violencia, el partidismo y la burocracia. En todo caso, el autor nos ofrece una mirada fresca, entusiasta y generosa sobre el sur de España en 1837 en un libro entretenido y de buen leer, aunque para un no botánico quizás las plantas tienen excesivo protagonismo.



 

Dibujo de Prolongoa pectinata Boiss. en el Voyage botanique. Boissier dedicó el género al botánico y farmacéutico malagueño Pablo Prolongo, que le ayudó mucho con su conocimiento de la flora de las montañas de la provincia y lo acompaño al campo alguna vez.
           La obra, desde el punto de vista botánico, es fundamental por lo que representa de conocimiento primordial de la flora de las montañas de Andalucía, ricas en endemismos y que muy pocos botánicos antes de él habían explorado, y siempre de una forma muy superficial. Pero no sólo se interesa por la taxonomía, sino que siguiendo la línea de Albrecht von Haller (1708-1777), que ya había indicado los patrones de distribución altitudinal de las plantas en los Alpes y que A. Humboldt (1769- 1859) había detallado y dibujado magistralmente para el Chimborazo, lo aplica en las montañas de Andalucía, en el que es el primer estudio de este tipo en la Península [aunque parece que en los manuscritos inéditos de Simón de Rojas Clemente sobre Andalucía ya se establecía una zonación altitudinal del paisaje andaluz]. El de Andalucía sería el primero de sus recorridos por el Mediterráneo, que a lo largo de la vida lo llevarían desde Portugal hasta Turquía y que hicieron que a finales del siglo XIX fuera considerado uno de los mejores fitogeografos de su tiempo. Boissier regresó a España varias veces parece ser que unas nueve, a menudo en compañía del también botánico George Reuter (1805-1872). En uno de estos viajes, cuando retornaban de Tánger, su esposa, Lucile Butini (1822-1849), murió de fiebres en Granada.



            La recolección de Boissier en su primer viaje peninsular fue de unas 1.800 especies y unos 100.000 ejemplares. A lo largo de su vida se dedicó a estudiar la flora de todo el Mediterráneo y Oriente próximo. Según uno de sus primeros biógrafos, H. Christ (1833-1933), llegó a describir cerca de 6.000 especies nuevas. Sus fuertes convicciones religiosas siempre le impidieron aceptar la teoría de la evolución y hasta el final de sus días consideró las especies como creación divina, pero a pesar de ello la mayoría de las especies que describió se continúan aceptando actualmente. La botánica española también le ha de agradecer que rescatara del olvido y probable destrucción el herbario español de José Pavón (1754-1844), encontrado en un ático en Madrid bajo un montón de escombros.


            Carlos Pau (1857-1937), nada condescendiente con los botánicos extranjeros que habían pasado por España a lo largo del siglo XIX, a la hora de calificarlos, dice simplemente de él: "Boissier, que fué un Dios".

Edmond Boissier (1839-1845). Voyage botanique dans le midi de l'Espagne pendant l'année 1837. Gide et Cie, Paris. 2 vols: 248 p. + 752 p. + 181 lám. [Disponible en Biblioteca digital del RJB] 

Edmond Bossier. Viaje botánico al sur de España durante el año 1837. Fundación Caja de Granada-Universidad de Malaga, Granada. 1995. 496 p. [Corresponde a la traducción al castellano del vol. I, con un estudio preliminar de Manuel Pezzi Ceretto (p. 11-30) y traducción de Françoise Clementi]
 


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